La monarquía irrepetible
Un elemento clave para determinar la elección del jefe de
estado de un país, es si aquel ejerce algún poder efectivo o es meramente una
figura representativa. En el primer caso es evidente que partiendo del
principio de que todo poder procede del pueblo, el jefe del estado debería ser
elegido por la ciudadanía, en caso contrario, si es una simple figura
decorativa la cuestión pierde una gran parte de su importancia.
El problema de un jefe de estado que ejerza poder y por
tanto sea elegido, es que ostentará una
legitimidad de origen semejante a las de las cámaras de representantes, también
elegidas por los ciudadanos, lo cual puede llevar a situaciones de
enfrentamiento que dificulten la acción política práctica. Es el problema de
los regímenes presidencialistas en los que
en definitiva siempre se produce un sometimiento de uno de los poderes al otro
como única forma de realizar una labor de gobierno efectiva. Estas dificultades
me inclinan a ser partidario de un jefe de estado sin poder efectivo
Hay dos modelos de jefes de estado que pudiéramos considerar
como simbólicos en sus funciones: las monarquías constitucionales europeas y
las repúblicas con presidentes elegidos por las cámaras y por tanto dependientes
de aquellas. En ambos casos la supremacía corresponde a los elegidos por los
ciudadanos que ejercen el poder mediante gobiernos surgidos de las mayorías que
la voluntad popular determina. Aun siendo evidente la superioridad de cualquier
sistema de elección sobre circunstancias puramente genéticas, si no hay poder efectivo
que ejercer el asunto carece de trascendencia
política real
El caso de España es algo especial, sin duda debido al
origen de la monarquía juancarlista y de las concesiones que debieron hacerse
en la transición para que la derecha y los poderes fácticos aceptaran el
establecimiento del régimen democrático. Por ello la monarquía española, aun
tratando de homologarse con las europeas, es percibida por los ciudadanos como
con más poderes que aquellas. Esta percepción tiene base real en algunos
aspectos de la Constitución, como por ejemplo que el rey ejerza el mando supremo de las Fuerzas
Armadas También se funda en el
tratamiento que se ha venido dando a la institución, ya que desde los medios
del sistema se ha venido considerando al rey Juan Carlos como una suerte de padre de la democracia y una fuente
de legitimidad por encima de las demás. Por otra parte el tratamiento
reverencial hacia el rey que han tenido la casi totalidad de los poderes políticos y económicos, ha dado lugar
a situaciones poco recomendables en las que las apariencias indicaban que
bastaba una mera indicación de Casa Real para que cualquier decisión fuese
adoptada por la administración o empresa
correspondiente.
Dadas las dificultades políticas que supondría en España ir
a un modelo de presidente de república elegido por las Cámaras, pienso que lo
conveniente para que la monarquía tenga futuro claro y aceptado en España es
aprovechar la abdicación del actual titular de la jefatura del estado para realizar las reformas necesarias que alineen sus
funciones y sus modos de actuación con los de las monarquías constitucionales
europeas, convirtiendo nuestra monarquía en una institución neutral,
transparente, austera y cercana a los ciudadanos.
El rey debe tener una forma
de vida lo más parecida posible a la de sus conciudadanos y huir de privilegios
innecesarios y de todo lo que pueda sonar a tráfico de influencias, con
transparencia total en sus actuaciones y en sus gastos.
Por todas estas razones la monarquía del nuevo rey debe ser
diferente a la de su padre, cuyas circunstancias de origen y de ejercicio han
definido unas características que la hacen sin duda irrepetible. Será una
monarquía que nos represente a todos y que ejerza la jefatura del estado
permitiendo en cada momento la acción de gobierno que los ciudadanos determinen
en las urnas
No hay comentarios:
Publicar un comentario